martes, 4 de mayo de 2010

La contaminación visual en la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla (II)

A continuación publicamos una noticia aparecida en el periódico El Mundo, en su edición de Sevilla, el día 12 de abril de 2010, firmada por el periodista Francisco Javier Recio y bajo el título de "Ojos que no ven":

"A la verja exterior de la antigua Fábrica de Tabacos, un edificio del siglo XVIII declarado Bien de Interés Cultural (BIC) con categoría de monumento, le salieron hace dos años y medio dos feas verrugas en su piel de ladrillo y azulejería trianera. Los dos granos tienen forma de armarios metálicos y están llenos de cables y componentes eléctricos del tranvía, cuyas vías recorren la calle San Fernando a sólo unos metros de allí. Tussam los adosó al muro exterior del edificio sin el más mínimo respeto a la Ley de Patrimonio. Y ahí siguen, sin que nadie haga nada por evitarlo.
¿Nadie? Nadie, no. Un ciudadano con la piel sensible a los ataques al patrimonio histórico lleva un año intentando que se retiren. Ha hecho las correspondientes denuncias ante la Gerencia de Urbanismo, Tussam y la Delegación provincial de la Consejería de Cultura. Las tres instancias han llegado a la misma conclusión: la culpa es de los demás.
Los trámites realizados por este licenciado en Derecho no han tenido aún fruto, pero han dejado tras de sí un reguero de documentación que pone de manifiesto el nulo interés que, en ocasiones, demuestran los gestores públicos para garantizar el cumplimiento de la ley en materia de protección patrimonial.
Su primera gestión, el 13 de abril de 2009, fue ante la Delegación provincial de Cultura. En su escrito, el denunciante aportaba fotografías y abundante legislación para fundamentar lo que parecía obvio: “Que la colocación de dichos armarios eléctricos provoca un claro y contundente impacto visual que distorsiona la contemplación de uno de los monumentos más representativos de la arquitectura industrial del siglo XVIII”.
Dos meses más tarde, la Delegación provincial de Cultura respondió. En siete líneas de texto, la Junta advierte al denunciante que ha dado traslado de su escrito a la Delegación de Infraestructuras para la Sostenibilidad del Ayuntamiento de Sevilla “por entenderlo asunto de su competencia”, si bien reconoce que se trata de “un asunto de contaminación visual o perceptiva, contemplado en el artículo 19 de la vigente Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía”. Es decir, Cultura admite que se puede estar vulnerando una ley cuya salvaguarda le corresponde de forma particular, pero su actuación se limita a “trasladar” el escrito del denunciante al Ayuntamiento.
El denunciante también traslado su queja a la Gerencia de Urbanismo. El correspondiente informe del Servicio de Disciplina Urbanística, con fecha de 22 de mayo de 2009, no deja mucho lugar a la duda: “No consta antecedente de licencia para la ocupación de vía pública objeto del presente expediente”. Pero la respuesta es similar a la de Cultura: “Se estima conveniente dar traslado del presente informe […] a Tussam, por entender que es de su competencia”. Y concluye: “A la vista de lo expuesto, por este Servicio de Disciplina se van a archivar las actuaciones sin más trámites”.
Es decir, Urbanismo constata que existe una ocupación ilegal de la vía pública –Tussam ni siquiera pidió licencia para instalar los armarios-, pero su actuación se limita a dar traslado a la compañía de transporte sin indicarle siquiera la necesidad de legalizarlo o retirarlos. Y, a continuación, archiva la denuncia.
Urbanismo tardó ocho meses en comunicar al denunciante el contenido de este informe, y si se lo trasladó a Tussam, nadie en la empresa de transporte le hizo el menor caso. Al menos, no se lo habían hecho el pasado octubre, cuando el denunciante acudió personalmente a las oficinas de la empresa de transporte para conocer el estado del asunto y sus responsables le aseguraron no tener conocimiento alguno del mismo. Tussam se limitó a contestarle que tiene “los papeles en regla”, sin aportar documentación alguna.
La abulia administrativa no se queda ahí. La Oficina del Defensor del Pueblo Andaluz, a la que el denunciante recurrió el pasado noviembre a la vista de la falta de actuación de la Junta y el Ayuntamiento, ha solicitado ya por dos veces a la Delegación provincial de Cultura y a la Gerencia de Urbanismo los correspondientes informes. No ha habido respuesta.
La Universidad de Sevilla, la institución más directamente afectada, tampoco ha hecho gran cosa hasta el momento para evitar el impacto visual sobre el edificio más valioso de su patrimonio inmobiliario. Un portavoz de la Hispalense reconoció a este periódico que ninguno de sus responsables se había percatado de la presencia de los dos armarios, adosados al muro dese hace dos años y medio. Tampoco, por cierto, los profesores y alumnos de Historia del Arte que cursan estudios a sólo unas decenas de metros de allí.
Alertada por este periódico, la Universidad anuncia, ahora, que va a pedir explicaciones a Tussam por la instalación de los dos armarios metálicos y a estudiar su situación legal a la luz de la Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía".("Ojos que no ven". Francisco Javier Recio .El Mundo 12 de abril de 2010).

La contaminación visual en la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla

Nuestra sociedad evidencia una falta de concienciación hacia el cuidado del patrimonio cultural; pero no podemos por menos que sorprendernos de la actitud de las autoridades, que, a la vez que comparten el reproche unánime de esa carencia, descuidan las medidas previstas que garantizan su respeto. Es verdad que el respeto al patrimonio histórico-artístico es un mandato constitucional; pero es también una premisa imprescindible para hacer coherentes muchas vías de desarrollo y promoción que los propios poderes públicos alientan. Nos referimos a la apuesta por la principal industria andaluza, el turismo, que persigue lograr una oferta variada y de calidad, que tiene en el turismo de interior o en el ocio cultural una de sus mejores bazas. Se escucha, una y otra vez, a los poderes públicos destacar la importancia de seguir esta estrategia de desarrollo de la industria turística cultural. Pero hemos de lamentar que, en lo que respecta a los espacios urbanos singulares, poco o nada, se está aportando en coherencia y calidad con esta acertada estrategia.
Tengamos en cuenta que el cicatero interés por nuestros conjuntos históricos casa muy mal con el perfil de ese nuevo turista que, exactamente al contrario, hace gala de una atención especial por la calidad y el cuidado ambiental de sus lugares de destino.
De todas las amenazas que se ciernen sobre nuestro patrimonio histórico-artístico, y en concreto sobre los Bienes de Interés Cultural, la más habitual y que afecta a casi la totalidad de todos ellos, es la denominada “contaminación visual o perceptiva”, entendiendo por tal, aquella intervención, uso o acción en el bien o su entorno de protección que degrada los valores de un bien inmueble integrante del Patrimonio Histórico y toda interferencia que impida o distorsione su contemplación. Así pues, la descontrolada instalación de anuncios, carteles, cables, postes, antenas, marquesinas, contadores, transformadores, toldos, canalones, aparatos de aire acondicionado, cubiertas, etc. suponen una contundente agresión que distorsiona la contemplación de los monumentos y que podemos observar sin gran esfuerzo adosados en sus fachadas de manera cotidiana y sin ni tan siquiera plantearnos no ya solo su legalidad, sino su valor estético.
Debemos incidir en el hecho de que la contaminación visual no es solo un problema de estética, sino un problema que afecta a la expresión y testimonio de la trayectoria histórica de los países y por ello a la manifestación de la riqueza y diversidad cultural que los caracteriza y al sentimiento de identidad colectiva de los ciudadanos que se sienten parte integrante de la historia de tal patrimonio a través de las generaciones, además de sus nocivos efectos ambientales, de tal forma que el patrimonio histórico-artístico esta unido indisolublemente al concepto de medio ambiente, a la idea de calidad ambiental del espacio rural o urbano de que se trate.
Como ejemplo práctico de patrimonio histórico-artístico que sufre la “contaminación visual” nos encontramos a la propia Real Fábrica de Tabacos de Sevilla, la cual a pesar de ostenta la máxima protección jurídica dispensable a través de su declaración como Bien de Interés Cultural con la tipología de “monumento”, ello no ha impedido que tanto en la calle San Fernando, como en la San Fernando esquina con la calle Doña María de Padilla se halla instalado en su lienzo de muralla dos armarios metálicos de grandes dimensiones sobre pedestal de hormigón que causan un claro y contundente impacto visual que distorsiona la contemplación de uno de los monumentos mas representativo de la arquitectura industrial del Siglo XVIII, así como del edificio de mayores dimensiones y máxima categoría arquitectónica de su género en España, además de ser uno de los más antiguos de la Europa del Antiguo Régimen. Es más, es incluso esperpéntico que tal instalación se haya realizado por la misma Administración Pública, el Ayuntamiento de Sevilla, que enarbolan el patrimonio histórico de la ciudad de Sevilla como atracción turística y elemento turístico de calidad, pero más esperpéntico es aun el hecho de que la principal Administración Pública que ostenta las competencias para la salvaguarda y conservación de nuestro Patrimonio Histórico, la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, aun teniendo conocimiento desde hace años de la situación descrita no haya realizado ninguna acción tendente a la reposición a su estado originario de la realidad física alterada, y ello a pesar de que ostenta las competencias para ello.
Es incomprensible que una situación tan flagrante, manifiesta y notoria, que salta a primera vista sin necesidad de realizar esfuerzo mental alguno, no haya sido corregida y sancionada de oficio por las Administraciones Públicas, a pesar de que la Real Fábrica de Tabacos se encuentra en una de las vías más transitadas de la ciudad de Sevilla y dentro del corazón histórico-artístico y turístico de la ciudad, ni haya sido denunciada con anterioridad por la propia Universidad de Sevilla, máxime cuando la misma ostenta dentro de su organización interna una figura denominada “Conservadora del Patrimonio de la Universidad de Sevilla”, cargo que ostenta una profesora de la Facultad de Historia del Arte, y cuya sede se encuentra curiosamente en la Real Fábrica de Tabacos. En consecuencia, es inaudito e inadmisible que la persona que ostenta tal cargo no se haya percatado del contundente impacto visual existente, así como también es inadmisible e inaudito que ni tan siquiera los catedráticos, y en general el profesorado, de la Facultad de Historia y de la Facultad de Historia del Arte, facultades ambas que también se encuentran en el edificio de la Real Fábrica de Tabacos, no hayan procedido tampoco a denunciar la situación existente, cuando se presume que tales personas poseen una mayor sensibilidad y conocimiento sobre los monumentos histórico-artísticos y sobre las actuaciones y elementos que a lo largo de los años los han amenazado y amenazan, cuando no dañados o simplemente destruidos.
Así pues, debemos cuestionarnos que si la situación de contaminación visual referida se produce en una vía principal de Sevilla; en un Bien de Interés Cultural; en una ciudad de la importancia administrativa y turística como Sevilla; en un edificio donde radica el Rectorado de la Universidad de Sevilla y las facultades de Historia y de Arte, e incluso podríamos añadir que frente a la sede de un importante partido político. Qué no ocurrirá y qué mayores agresiones sufrirán otros monumentos que se hallan en los pueblos o en zonas donde su importancia y presencia pasa mas desapercibida o ignorada.
Es cierto que nadie se echa a la calle en nuestra Comunidad para defender la conservación y protección del patrimonio histórico-artístico, pero aparte de que este fenómeno de indiferencia popular ante cuestiones de cultura pertenecen al ámbito de la ignorancia, de la conciencia de la inutilidad del esfuerzo o a otros intereses espúreos, el hecho de atender a los motivos de movilización de las masas, para conocer lo que interesa a los ciudadanos, llevaría al absurdo de tener que incluir en la definición de estos intereses, y de modo primordial, esos valores culturales que hacen indignarse a las multitudes, a veces incluso con violencia, por decisiones administrativas tales como las que desplazan a los equipos de futbol de una categoría a otra o reducen el tiempo de las becerradas.
Decía Ganivet que “para destruir las malas prácticas, la ley es mucho menos útil que los esfuerzos individuales”. Y es que quizás, entre tanta norma hayamos olvidado que, mas allá de su letra, esta la capacidad demostrada de hacerla respetar y cumplir.